El filósofo francés Frédéric Lenoir.

El filósofo francés Frédéric Lenoir. Jacques Lange Getty Imagines

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El filósofo Frédéric Lenoir, sobre la sexualidad: “Ellos temen no estar a la altura y ellas, los gestos brutales”

El pensador francés reflexiona sobre cómo desear puede ser el motor de nuestras vidas o la fuente de la mayor infelicidad de las personas.

23 abril, 2024 01:45

El deseo, dice el filósofo francés Frédéric Lenoir (Madagascar, 1962), es “la esencia del ser humano”. Aunque, matiza, puede ser “el motor de nuestras existencias, lo que hace que nos levantemos por la mañana, lo que nos pone en movimiento”. Sin embargo, también se entiende como una “carencia”, o ese dejar de estar “conectados a una trascendencia” que nos convierte en “insatisfechos perpetuos, que vagan de deseo en deseo”.

Lenoir explica así ese deseo que está en el epicentro de su último ensayo y que, dice, puede significar “dejar de contemplar las estrellas”, o bien “salir de la estupefacción”. Esos dos sentidos “diametralmente opuestos” se corresponden, indica, a dos grandes concepciones filosóficas diferentes: la de Platón (carencia) y la de Spinoza (potencia). Y en esa idea ahonda en su Filosofía del deseo: manual para vivir en plenitud (Ariel, 2024) y con ella perfila los males y bondades de nuestro tiempo.

“El deseo de carencia de Platón tiene sin duda que ver con el tener: llenamos nuestro vacío interior, nuestra carencia ontológica, con una infinidad de objetos. Mientras que el deseo potencia de Spinoza tiene que ver con el ser: es el motor interno que nos impulsa a crecer, a realizarnos, a desarrollar nuestra potencia vital”, explica a ENCLAVE ODS|EL ESPAÑOL el filósofo galo.

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La “presión” del deseo

Desde que primero Platón y luego Spinoza hablasen del deseo han pasado siglos y, sin embargo, en el fondo, la manera en que se desea, dice Lenoir, no ha cambiado tanto. "Aspiramos, como nuestros antepasados, a satisfacer nuestras necesidades fundamentales y los deseos naturales de ser reconocidos, de realizarnos en nuestro trabajo o en nuestra vida afectiva", asegura.

Lenoir argumenta, sin embargo, que en las sociedades modernas, “el deseo está mucho más solicitado debido al consumismo, la publicidad, el marketing, etc.”. La “presión para consumir, para satisfacer todos nuestros deseos”, asegura, es “muy fuerte”. Y hace, insiste, que “las personas estén más frustradas que antes”.

El auge y normalización del uso de las redes sociales han conseguido, indica el filósofo, que la forma en que los jóvenes desean se perturbe. Y hace referencia al pensador René Girard —también francés—, quien, indica, ha mostrado “la fuerza del deseo mimético”, especialmente entre los adolescentes. Lenoir lo explica: “Deseamos lo que otros, especialmente aquellos a quienes admiramos”.

Y lamenta: “Sin embargo, el deseo mimético se ve amplificado por las redes sociales, que nos ofrecen una gran cantidad de modelos a imitar: los influencers. Sin mencionar la publicidad que apunta a los jóvenes, omnipresente en ellas. Su deseo está así solicitado y orientado”. Esta dinámica, arguye, se traduce en frustración cuando “no tienen los medios para adquirir todo lo que se les ofrece”. Algo que, zanja, le ocurre a "la gran mayoría".

Deseo y religión

Hoy, ese deseo que forma parte de la esencia humana, por tanto, se ve pervertido y modificado por los estímulos del entorno digital. Algo que, sin embargo, no es del todo nuevo, pues a lo largo de la historia han sido muchas las religiones y las corrientes filosóficas que han intentado "moldear" el deseo. Esto, explica Lenoir, ha propiciado que se desconfíe de él, pues “puede hacer que el ser humano sea infeliz al convertirlo en un insatisfecho perpetuo”.

En ese momento, indica, hay dos opciones: “Convertir el deseo en voluntad, como propone el estoicismo, es decir, querer lo que sucede (amor fati) o abandonar el deseo-apego, como preconiza Buda, para dejar de sufrir”. Aquí, asegura Lenoir, cobran gran relevancia las religiones y cómo han redefinido el deseo para relacionarlo (casi) exclusivamente con la sexualidad. De ahí, asegura, “la desconfianza” que provoca, pues “las religiones pretenden controlar la sexualidad humana”.

El “inhibidor” del deseo

El sociólogo y pensador francés Jean Baudrillard escribió, como recoge Lenoir en el capítulo de su libro titulado El deseo sexual, que “la sexualidad no se desvanece en la sublimación, la represión y la moral; seguramente se desvanece en aquello que es más sexual que el deseo: el porno”.

Y la pornografía, disponible online las 24 horas al día, los 7 días de la semana, afirma Lenoir en su libro, es uno de los mayores perturbadores del deseo, especialmente entre los jóvenes. Cita en su ensayo, además, varios estudios recientes que muestran que los jóvenes de 15 a 25 años tienen muchas menos relaciones sexuales que las generaciones anteriores.

El problema, asegura, aparece cuando los jóvenes descubren la sexualidad a través de la pornografía, que, reconoce, es “el caso de la gran mayoría”. Esto, advierte, tiene “un efecto inhibidor”. Y lo explica: “Los chicos tienen miedo de no estar a la altura y las chicas de que les impongan gestos demasiado brutales”. Así, “la mayoría prefiere abstenerse de cualquier relación real y prefiere tener una sexualidad individual o virtual”.

Reconectar con el deseo

Lenoir insiste en que, como motor de nuestra vida, es esencial aprender a cultivar y orientar el deseo. Especialmente, indica, porque “son nuestros deseos los que establecen el valor de las cosas y los seres, y no al revés”.

De ahí, precisamente, la importancia del contacto con la naturaleza para reconectar con los deseos y, sobre todo, con el “impulso vital”, como lo llama el filósofo Henri Bergson. Pues, indica Lenoir, “la naturaleza nos regenera, nos devuelve energía, aumenta nuestra potencia deseante en el sentido spinoziano del término”.

Aunque hay un pero en forma de crisis climática. Esta, asegura, también “nos invita a reorientar nuestros deseos para consumir menos, contaminar menos, reducir nuestra huella de carbono”.