Luis Mateo Díez. Foto: David G. Folgueiras

Luis Mateo Díez. Foto: David G. Folgueiras

Letras

Luis Mateo Díez, Premio Cervantes: "Tengo vendida el alma al diablo de la ficción"

El escritor recibe este martes el mayor galardón de las Letras españolas, cuando está a punto de lanzar su última novela, 'El amo de la pista'.

22 abril, 2024 02:05

Cuenta la leyenda que un maestro de escuela fue el "culpable" de que un niño leonés de posguerra llamado Luis Mateo Díez (Villablino, León, 1942) escuchara por vez primera el Quijote, uno de esos días en los que el invierno robaba el recreo a los alumnos del colegio rural. Fascinado por el poder de la palabra, el niño se convirtió en un excepcional "creador de mundos y territorios imaginarios" que este martes recibe el Premio Cervantes y dos días después lanza su última novela, El amo de la pista (Alfaguara).

Con indudable aire quijotesco que el tiempo ha acentuado, el escritor destila tanto humor como melancolía y un sutil descreimiento, convencido como está de que lo mejor que tiene que decir está en sus libros. Confiesa, eso sí, que le gusta tanto "desfacer entuertos" como crearlos, que fue octogenario antes de cumplir los 80 y que está deseando que acaben "los apremios del premio" para regresar a lo que ama, sus libros.

En cuanto al Cervantes, explica que, sobre todo, es "una confirmación, un reconocimiento de haber llegado a un cierto punto donde yo mismo debía de tener algún tipo de seguridad sobre mi obra y sobre todo lo que he venido haciendo a lo largo de tanto tiempo".

['El amo de la pista', la loca novela de un Luis Mateo Díez en estado puro]

Pregunta. ¿Qué puede adelantarnos del discurso?

Respuesta. Me parece que será buen momento para recordar lo que ha sido mi camino, de dónde vengo, dónde me encuentro, y qué posibilidades veo de seguir el reto particular de mi escritura. También reflexionaré sobre el compromiso de escribir, el sentido de hacerlo, sobre el reconocimiento que debo a quienes han estudiado mi obra y sobre todo a mis lectores cómplices, que a lo largo del tiempo me han sostenido.

P. ¿Qué le debe al niño de posguerra que fue?

R. Bueno, estoy en deuda con el pasado y con ese niño lejano de posguerra que vivió en un tiempo raro, extraño y difícil. Para ese niño, la imaginación y el embelesamiento de lo que le contaban en la escuela era la sustancia de su vida, el espejo que le iluminaba y que más le atraía. Le debo ese punto de fascinación, de arrobamiento por la palabra que descubrió gracias a los maestros que le leían el Quijote, el Lazarillo, a Verne...

"La capacidad de resistencia de don Quijote, un héroe contra la adversidad, me impresionó y de alguna manera me traumatizó"

P. ¿Recuerda qué impresión le produjo su primera lectura del Quijote?

R. Sí, muy nítidamente, y de eso hablaré en mi discurso. Su extraña figura me creó una suerte de fascinación y de melancolía. Me parecía un héroe triste, pero mucho más intenso, más emotivo y fuerte que los héroes de mis tebeos o de las pocas películas que veíamos, porque veía en él elementos de héroe frustrado que quería salvar al mundo, salir a desfacer entuertos, pero salía malparado.

»Esa capacidad de resistencia de don Quijote, un héroe contra la adversidad, me impresionó mucho y de alguna manera me traumatizó, aunque fue una fuente como muy intensa de embelesamientos infantiles. Y ha dejado huellas bastante indelebles en mis héroes del fracaso.

P. ¿Lo relee a menudo?

R. Sí, el Quijote es el libro de mi vida, un libro infinito que con las sucesivas lecturas de sentido descubres que tiene el camino de la quimera, de la imaginación para superar la vida y para superar la realidad. Para mí el Quijote es un libro de compañía, como Montaigne o como Tolstói. Y es más, es la novela esencial que se ha escrito en la historia de la humanidad.

P. ¿Qué tienen que ver un desván y Corazón, de Edmundo de Amici, con el nacimiento de su vocación literaria?

R. Mucho. Verá, yo nací en la Casa Consistorial de Villablino, en la que mi padre trabajaba como secretario. Esa casa tenía en la parte de abajo un calabozo de presos transeúntes, que forman parte indeleble de mis recuerdos de niño de posguerra porque convivía con ellos muy intensamente. Y en la parte alta había un desván abarrotado de cosas, de objetos extraños, y de muchas cajas con libros que habían sido retirados de las escuelas republicanas.

»Pues bien, abriendo esas cajas mis hermanos y yo encontramos 40 o 50 ejemplares de Corazón, con el tampón de “requisado”, en la edición de Hernando que conservo como un tesoro. El libro no solo tenía el aliciente de lo prohibido, sino que es una apuesta por la bondad como elemento crucial, en el sentido moral, de la existencia, y a mí me marcó profundamente porque tenía una tonalidad muy emotiva y muy triste, y aún hoy me lleva a la melancolía. Y me hizo desear escribir algo así, claro.

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P. ¿Cómo explicaría a un joven que aún no le ha leído cuál es su poética literaria, sus señas de identidad?

R. Yo creo que es una manera de ver el mundo, de entender la vida y de contarla que es crucial primero para ensanchar la que vives y para que ese cuento de la vida sea un espejo de experiencia y de conocimiento que tú, a través de lo poco o de lo mucho que te va a tocar vivir, jamás podrás encontrar. Contar la vida para saber quién soy, y contar la vida para que, leyéndome, sepas que la vida es un plus y que si no entras al imaginario, a la irrealidad, a la fantasía, no se te va a llenar.

»Es incitar a la idea de Némirovsky de que toda novela es un callejón de gente desconocida. Yo espero que quien me lea se encuentre con gente que no conocerá nunca en su existencia real.

Luis Mateo Díez. Foto: David G. Folgueiras

Luis Mateo Díez. Foto: David G. Folgueiras

P. ¿Recuerda cuál fue la idea poética o simbólica de la que nació El amo de la pista?

R. Sí, es una novela un poco límite y su idea poética está como casi siempre en el título. Se trata de que existe la posibilidad, en alguna gente con gran poder de mistificación, de vender fascinación. Hay verdaderos magos que nos hacen soñar con aventuras imposibles, porque tienen la capacidad de hacernos creer en un destino de ensueños y de grandes acontecimientos.

P. Que es lo que le ocurre a Cantero, el protagonista...

R. Desde luego. Cantero diría que es una víctima, pero no, es un ser que necesitaba que le encandilaran y que no tiene una voluntad suficiente para rearmarse, así que estaba abierto a cualquier predicador que viniera con esas maravillas que prometen vivir lo invivible. Es un arquetipo de un chico con condiciones antiheroicas, abierto a que se lo lleven seducido y engañado.

»De todos mis personajes, Cantero es al que más quiero porque me veo en algún sentido reflejado. Hay muchos pre-Canteros a lo largo de todo lo que he escrito, pero él es un ser de expectativas, alguien que tiene la conciencia difusa de muchas tragedias de la vida y de la desgracia que da la orfandad absoluta. Es como si no tuviera referentes ni apoyos para sostener la vida, por eso está abierto a que llegue alguien con el poderío de la prédica, que le va a manipular.

P. Entonces, ¿es la manipulación la protagonista del libro?

R. Yo creo que es el asunto metafórico de la novela: es una suerte de fábula moral, con muchos elementos de irrealidad sobre los tiempos que corren, y en el trasfondo estaría un cierto sentido de la existencia donde nuestras expectativas honorables están en manos de unos medios y de unos seres con especiales capacidades para llevarnos al huerto, y para ser algo así como víctimas agradecidas, y eso sería lo más terrible.

"La realidad que estamos viviendo es bastante desoladora y eso me hace ser un octogenario en busca de refugio"

»Es curioso, vivimos en un mundo excesivo, con un exceso de realidad, y en un exceso de información, y sin embargo estamos huérfanos y desnudos, con una fragilidad enorme, para que se establezcan una suerte de engaños. Esta es una fábula sobre eso, o quiere serlo. Porque el mundo, la realidad que estamos viviendo es bastante desoladora y eso me hace ser un octogenario en busca casi inconscientemente de refugio.

P. ¿Por qué?

R. Porque corren tiempos que le incitan a uno a retirarse, y eso no me gusta nada. Antes era un escritor indolente y ahora escribo tanto, me refugio tanto en lo imaginario, que estoy a punto de convertirme en un escritor perdulario [risas]. Sí, soy un escritor prolífico que se defiende de la desgracia escribiendo novelas.

[Luis Mateo Díez, un montañés lúcido y tranquilo]

P. El amo de la pista es pura invención ahora que está de moda la autoficción: ¿es una apuesta por la novela, de la que tantos dicen que ha muerto?

R. Sí, sí, yo creo que la novela solo muere en manos de quien quiere matarla. Es una forma artística y creativa que morirá cuando ya no haya imaginación. Y volvemos al Quijote, que es un espejo artístico de cómo contar la vida, de cómo vivirla en lo imaginario, no solo en el espejo stendhaliano, sino más allá. El patrimonio de lo imaginario es sustancial al ser humano. Además, siempre he creído en aquella idea borgiana de que la auténtica condición del arte es la irrealidad.

P. Volviendo al tema de la manipulación y del poder, ¿qué piensa de las presiones políticas que ha sufrido la Real Academia para imponer el lenguaje inclusivo?

R. Creo que el poder es omnímodo y que el poder pagado de sí mismo es tremendamente peligroso. Si no se contiene e intenta colonizar todos los elementos de la vida, es una gran desgracia. El poder es necesario para regular pautas de administración que nos permitan convivir honorablemente pero cuando eso no es así, esta conciencia un poco desaforada de que todo hay que reglamentarlo es penosa, es terrible. Hombre, hemos vivido además una experiencia muy cercana que fue el confinamiento: hubo un cúmulo de excesos en los cuales perdimos libertad para acabar engullidos por los amos de la pista.

"Al final todo el mundo de ficción que yo construya tendrá una lógica general, una total armonía, todo irá en su sitio"

P. Hace poco dejó como legado en el Instituto Cervantes el cuaderno de una obra inédita, Trilogía de los seres desaparecidos. ¿Piensa retomarla?

R. Verá, yo le tengo vendida el alma al diablo de la ficción, así que esto de la escritura como sostén de la vida me ha llevado a ser prolífico, acentuado por el panorama personal de las ausencias muy radicales en mi vida. El caso es que nunca publico lo que acabo de escribir, pero creo que al final todo el mundo de ficción que yo construya tendrá una lógica general, una total armonía, todo se irá incrustando en su sitio.

»Además, tengo una parte de obra inédita importante muy experimental de la que no he publicado nada, así que seré un escritor con una posteridad precaria, como todos, pero con muchos elementos póstumos.

P. ¿Y ahora en qué está trabajando, será novela, cuentos?

R. Sí, novela, hay varios proyectos, solo tengo que elegir. Ando con el premio algo apremiado y estoy decidiendo con la que me voy a meter cuando tenga un poco de tranquilidad. Es curioso, todas las posibles iluminaciones que puedo ofrecer a mis coetáneos están en mi ficción y no salgo de ella. He apostado por esa opción y es que, como le decía, tengo vendida el alma al diablo.